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El diario en los momentos de soledad

Una profe me recomendó que escribiera en un diario en mis momentos de soledad.

Le hice caso.

Y los momentos de soledad fueron muchos durante el primer año que viví afuera… después me armé una vida propia en mi nuevo país, se me llenaron los días de gente, de estudio, de preguntas… y poquito a poco la frecuencia de mis horas dedicadas a escribir fue disminuyendo.

Ahora me parece espeluznante tener ese diario aún a mano: sobretodo que después de cierto tiempo, me acostumbré a escribir en él solo cuando me sentía mal, para olvidar las malas pasadas, para sentirme quizás menos solo. Y acumulé en el bendito diario recuerdos de los malos. Recuerdos de los que hieren… y a pesar de eso soy incapaz de romperlo, de quemarlo, de ahogarlo, de hacerle nada.

Lo guardo como una reliquia.

¿ Por qué ?

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