.elhombrequehabla

[ todos los textos © ]

Ochenta y ocho años de poesía

Guardar bajo llave tantos kilos de vida,

de inicio,

de pasado,

de negaciones,

de intentos por crecer, de desamores,

amores,

esperanzas de promesas,

letras de canciones,

de sonrisas.

Enumerar palabras bajo un sol inexpresivo.

Insolente. Azul y tímido.

Sol que se hace trompeta y algodón y coartada.

Sol que nos cobija a ritmos desacompasados.

Sol que te ignora mientras te besa.

Distraído, suficiente, implacable.

Que te ignora, date cuenta.

Que pierde el sentido al mismo ritmo que nuestra infancia se desvanece.

Así somos, como estrellas.

Mudas.

Cambiantes.

Estrellas.

Sui Generis

Al cuarto veinticinco le dicen el cuarto menguante. Lo conocen así porque tiene la reputación de ser el único cuarto donde se nota alguna mejoría en los pacientes. Vea usted quién lo ocupa ahora. Hace algunos meses dibujó el retrato de una mujer en uno de los muros. Dice que es compositor, y está obsesionado con la frase “mi cuarto da al jardín”. Nos ha convencido a todos de que logrará ponerla en una de sus canciones. Tiene cuatro años de estar aquí.


El fin del mundo

Se puso a llover. A cántaros. Tres días. Y el sol desapareció. Pensé que esos eran los tres famosos días que desde chiquillo me habían dicho vendrían a anunciar el fin del mundo. Las calles se vaciaron. Algunos, los creyentes, se arrodillaron en el acto. En la acera. En los parques. En las plazas. No se movieron. Fueron estatuas de mármol. Durante una hora. Después comenzaron los estornudos. Y los huesos terminaron por empaparse. Y se hicieron menos creyentes. Después de 72 horas la tormenta pasó. Y las farmacias hicieron su agosto.


.elarchivoquehabla